María Parducci, ¿es suficiente lo que Ud. enseña a sus hijos?
Quiero llamar la atención a ustedes, por un momento, para reflexionar sobre lo escrito por María Parducci de Armendaris (editorialista invitada), el día Domingo de carnaval, en el Universo (concretamente, en la sección Editorial). El título de su artículo es ¿Es suficiente lo que enseñamos a nuestros hijos?
. Voy a ir respondiendo a cada uno de sus párrafos, punto por punto, y trataré de no perder la razón en el proceso.
A propósito de la desarticulación de la red de pornografía en un colegio de nuestra capital, impactada por la noticia me pregunté: ¿es suficiente lo que enseñamos a nuestros hijos? No quiero restar ni un gramo de culpa a los adultos que, con engaños, obtuvieron el consentimiento de las adolescentes para que dejen pintar y filmar sus cuerpos desnudos. Sus padres deben estar devastados por la violencia de este acto contra sus hijas.
Evidentemente que, al parecer, no es suficiente lo que les enseñaron a las hijas afectadas por el acto indecible de depravación que acontecía en aquel colegio. Después de todo, que yo recuerde, ningún profesor u otro involucrado amenazó directamente su integridad, con armas de fuego o blancas, a las señoritas para que se empelotasen enfrente de cámaras. Ellas debían haber sabido que algo andaba mal. Hasta ahí, de acuerdo con usted.
Definitivamente hubo engaños y presiones de varios tipos para poder lograr la comisión de todos estos crímenes, pero, a fin de cuentas, saber decir no a ultranza ante una cosa mala es una habilidad que, penosamente, les hizo falta a las chicas.
¿Es suficiente enseñarles respecto del pudor, la intimidad, el respeto a uno mismo, la comunicación inmediata de cualquier palabra o hecho que implique violación de su privacidad, de su intimidad, los valores importantes en la vida, los anhelos profesionales?
Yo no sé: no soy padre. Lo que sí sé, a ciencia cierta, es que mis padres, familiares, amigos y mentores me enseñaron valores morales y me entregaron su visión ética, visión que hasta el día de hoy practico. Y cuando me he desviado de la senda que conozco, me castigaron. En buena hora lo hicieron así: las lecciones aprendidas de mis errores, combinadas con las lecciones impartidas de forma directa por quienes me educaron, han sido invaluables.
Creo firmemente en este credo. Aplica para todos y cada uno de nosotros, jóvenes o mayores.
¿Qué modelos de pudor y templanza tienen? Qué actividades les permiten crecer en estos valores? ¿Qué programas de televisión y radio se transmiten en horario para menores? ¿Ha visto los semidesnudos, bailes y diálogos a esas horas? ¿Cree que esos programas donde mujeres con poca ropa, a quienes se les filma de cerca sus senos, sus piernas y sus glúteos mientras bailan sensualmente, no ha confundido a muchas adolescentes que no fueron ni son capaces de decir "¡No! !¡No está bien que usted me pida que me quite la ropa!". ¿Han favorecido estos programas la deformación del criterio de nuestros hijos?
Uhmm... ¿qué modelos de pudor y templanza tiene la gente? Pues no lo sé. Yo considero perfectamente moral caminar desnudo en la calle, pero la sociedad ecuatoriana no lo toleraría. También considero incorrecto sobornar o chantajear a un individuo para obtener resultados. En gustos y colores, no discuten los doctores, exceptuando aquellos en directa contradicción con las leyes. Y las leyes no hacen la moral; por el contrario, la resultante de los vectores de fuerza moral termina construyendo las leyes... en una situación ideal, donde las vacas son redondas y no presentan resistencia al aire, como decía mi profesor de física. Que quede claro que este no es un mundo ideal.
Bueno, concretemos. Lo que María Parducci está diciendo (sin decirlo directamente, para lanzar la piedra sin que la vean), es que ella encuentra cuestionables e impúdicos los programas de televisión como A todo dar, y A reventar. En estos programas, salen unas "cholas buenas" bailando en "ropas" apretadas y pequeñas, y las cámaras de TV hacen acercamientos bastante explícitos de aquellas partes de sus cuerpos "diseñadas por Dios para excitar a un varón" (como diría un amigo). Lo que deja entrever María, es que estos shows de TV presentan unos ideales distorsionados. Lo cual es verdad. Comparto con María que estos shows en cuestión son de mal gusto, y sé que en una vida "decente" y "respetable", uno no se debería ganar el pan bamboleando las tetas y meneando las caderas para ganar plata.
Pero María está yendo más allá Ella está diciendo que estos programas deforman la mentalidad de las jóvenes.
Quizá... ¡las de las jóvenes brutas!. Cualquier adolescente con dos dedos de frente se puede percatar de que esas "modelitos" son el plancton de la cadena alimenticia televisiva, que "gozan" de sueldos prácticamente miserables (alguna vez vi un rol de pago de TC... y recuerdo haber visto $300 al mes para una conocida "modelito") y, la mayoría, poseen pocos talentos aparte de bailar de forma erótica. Cualquier pelada que piense me gustaría ser como ellas, fama y fortuna en televisión
está tostada del mate y no sabe lo que ocurre tras cámaras. Muéstrele este show a una adolescente con carácter y valores morales sólidos, y probablemente ni siquiera lo querrá ver.
Ahora sí, me disculpo con mis lectores, porque les toca leer el típico discurso de "¿qué sera de los niños? ¡piensen en los niños!", directamente del puño y la letra de María:
¿Qué grado de responsabilidad tenemos los padres? ¿Quién más es responsable? ¿Acaso el Consejo Nacional de Radiodifusión y Televisión? ¿La Asociación Ecuatoriana de Radio y Televisión? ¿La Asociación de Canales de Televisión? ¿Todos los legisladores?
Responsabilidad significa "capacidad de responder". ¿Responder, los padres? Los padres definitivamente no tienen que responder por actos delincuenciales de los perpetradores. Son los delincuentes quienes deben responder.
Lo que está haciendo María es buscar culpables. Evidentemente que ninguna de las entidades o las personas citadas por ella deben responder por nada, en este caso.
Conocemos el impacto de la televisión en nuestro medio. Luego, no les es difícil a los menores acceder si alguien influyente les pide quitarse la ropa, creen que es algo normal, que a eso deben aspirar, porque no conocen ni pueden prever las consecuencias.
Ignoremos momentáneamente la coma después de "creen" (que debió haber sido un punto y coma), para entretener la siguiente noción: definitivamente que la televisión influye en las mentes de los niños pequeños y los adolescentes sin carácter ni capacidad de discriminación. Lo mismo va para los débiles mentales.
Exijamos al Tribunal Constitucional un pronunciamiento sobre esos programas que violentan el derecho constitucional de nuestros niños, niñas y adolescentes a desarrollar libremente su personalidad. Todos los responsables y relacionados con este tema deben a esas adolescentes no solo una disculpa sino también resarcir el daño sufrido en su personalidad, porque dejaron de prevenir y de disminuir el riesgo. ¿Qué van a hacer para evitar que continúe la malformación del criterio de nuestros menores? ¿Y si fueran sus hijas?
¿Qué idea estúpida es esta? Que la televisión deba disculparse porque unos pederastas violaron o filmaron a unas jovencitas, ¿cómo así? ¿Qué clase de razonamiento absurdo puede llevar a alguien a pensar esto? Francamente, esta es una línea de pensamiento rayana en lo absurdo.
Presumamos, sólo para tratar de entender a María, que las adolescentes que se desnudaron fueron, en parte, convencidas de que en realidad empelotarse para depravados "no era tan malo". ¿Qué clase de carácter de mantequilla tienen estas jovencitas? ¿Qué clase de padres fallaron al decirle a ellas que lo que ven en la tele es una versión tostada y distorsionada de la realidad? ¿Qué clase de padres no apagaron la tele cuando empezaban estos shows, y desconectaron el aparato para que no se les distorsionase la mente a estos chicos? Si los padres mismos no se ocuparon de estas tareas, casi me siento inclinado a decir que merecen el destino que se "forjaron" y que "forjaron" para sus hijos.
Finalmente, ningún programa de televisión violenta el derecho constitucional de un joven a desarrollar su personalidad libremente. Prender la tele es un elemental acto volitivo de un individuo. Enseñar a saber cuándo prenderla es misión de los padres. Para María: si no le gusta lo que ve, mire para otro lado y no trate de estirar una Ley para "cubrirse los pies con la sábana".
Enseñar valores en casa ya no es suficiente, necesitamos que todas las estructuras nos apoyen, por eso, propongo que se expida una ley que obligue a realizar un estudio de impacto social, moral y psicológico a todos los programas y publicidad de prensa, radio o televisión, para menores y adultos. Eso sí disminuirá el riesgo. Podremos pensar primero en las consecuencias para decidir acertadamente y no solo a base del raiting [sic].
Este es un discurso facilista de cualquier papá o mamá vagos. Por supuesto que enseñar valores es suficiente. A un niño de 3, 4 o 5 años que se le repite constantemente lo que está bien o está mal, se le graban estas nociones. A un niño que no se le entrega la capacidad de discriminar, no se le graba nada más que lo que ve en la tele. Especialmente cuando los padres pretenden utilizar la tele como una niñera sin costo. Además, un "carajazo" a tiempo no cuesta nada, excepto la voluntad del padre (quien, idealmente debería desear serlo).
Como conclusión lógica, tengo que decir lo siguiente: quien pretenda prohibir este tipo de shows para proteger a los débiles mentales, está tostado/a. Me gustaría decirle a María Parducci directamente que estos shows existen precisamente por los adolescentes débiles mentales, que prefieren desconectarse de la realidad una hora para ver mujeres bailando (a falta de cabarets), antes que hacer las tareas. Es por eso que los "raitings" (como escribe María) son tan altos. Para los adolescentes cuya moral sea influenciada negativamente por estos shows, ya es muy tarde: los valores morales se enseñan desde mucho más temprano, y para esa edad, ya el carácter y la capacidad para decir no están formados. Nada se gana con prohibir los shows.
Para los niños más pequeños, la solución es simple. Prohibirles ver tele. Así de simple y elemental. Usar el poder y la capacidad de convicción como padres para que los niños, desde pequeños, se acostumbren a discriminar la calidad y la veracidad de los shows de tele (o de cualquier otro discurso mediático). Son los padres quienen controlan el remoto y la ubicación de la tele en las casas. Por ende, son los padres los que tienen que impedir que ese veneno entre a sus casas; y deben hacerlo a tiempo, pues en la adolescencia ya es muy tarde.
¿"Estudio de impacto social y psicológico"? ¿Qué ridiculez es esa? En primera instancia, semejante solución sería impráctica, porque los canales de televisión ya están completamente agobiados con su trabajo hoy. Involucrar más trabajo y poner más barreras de entrada solamente desestimularía la innovación en el sector. En segunda instancia, ese mecanismo de "estudios" terminaría siendo manipulado para anular cualquier discurso impopular, o mal visto por el sector de la sociedad que controlase el mecanismo. En otras palabras, censura. Como corolario, se atropellaría la libertad de expresión, consagrada en la Constitución.
Habrá libertad de expresión, pero quien la exige responde por sus hechos, programas y por el impacto social en nuestros hijos.
Con el permiso de mis lectores, voy a decir una misma cosa de tres maneras:
- Esta es la versión "legal": La noción de que un discurso de terceros, no dirigido directamente a una persona o un grupo, sin ánimo expreso de convencer a alguien a delinquir o participar en la comisión de un delito, automáticamente haga incurrir al discursante en un delito o alguna responsabilidad vicaria, es una idea completamente desconectada de la realidad y de cualquier teoría legal sobre la faz de la Tierra.
- Esta es la versión "tribunales de EE.UU.": El autor de Cazador en el centeno fue demandado porque su obra inspiró al asesino de Lennon y a quien intentó asesinar a Reagan. En pocas palabras, el autor ganó el juicio. Evidentemente, nadie pudo, de forma razonable, asignar ninguna responsabilidad al autor del libro.
- Esta es la versión "hijo de vecino": Si la tele dice "empelótate" y tú te empelotas automáticamente, eres una rica bestia. Nada tiene que responder la tele por lo que haga un individuo X de la calle, porque la Ley y la ética contemporánea reconocen que quien comete un delito o incurre en un acto inmoral es el único responsable. Nadie más es responsable: ni la tele, ni la Cienciología, ni mis amigos imaginarios.
Entonces podré decir que es suficiente lo que enseñamos en casa, de lo contrario navegamos contra corriente y ahí están los resultados.
María, créame que de ahora en adelante voy a comenzar a rezarle a Dios todas las noches, pidiéndole que la gente como Ud. siga remando contra corriente. Si su idea llegase a pegar, llevada al lógico extremo (a donde suelen ir estas ideas intervencionistas), un Ecuador bajo la influencia de su idea sería China, en términos de libertad de expresión y derechos civiles. Y el día en que alguien pretenda decirme qué cosas no pueden aparecer en mi bitácora, bajo el guiso de que mi página "niega el derecho de un adolescente a desarrollar su personalidad libremente" probablemente le volaré los sesos y me daré a la fuga, con renovados deseos de publicar más porno y malas palabras, desde la Isla de Pascua.
María, reconsidere su posición usando la lógica, porque su idea es eminentemente descabellada y tiene visos de totalitarismo que no tolero. Por favor, desempolve el cinturón y saque la tele del cuarto de sus hijos.