La estupidez del voto democrático
La democracia es genial. Es el mejor sistema político desde la monarquía, el comunismo, el feudalismo y la teocracia.
Un momento... ¿no acabas de decir que la democracia es estúpida?
Pero hay un problema gravísimo con nuestro sistema democrático. Y cuando digo "nuestro sistema democrático", hablo del sistema que nos permite elegir a un candidato por X número de años para un puesto político.
Sigue leyendo, y comprenderás lo que quiero decir.
Claro, es genial que podamos decidir. Es genial que podamos darle un voto a la persona que queremos que gane. A fin de cuentas, ese es el principio del sistema: apoyamos democráticamente al candidato que representa más fielmente nuestro sentir político (o valores morales, o guatitas en funda).
El problema — cada persona tiene un solo voto
Lo turro es que sólo contamos con un voto por persona. Un pequeño escupitajo a la paila global de gargajos.
¿Por qué es eso un problema?
Simple. Si tenemos N candidatos, esos votos deberán repartirse entre ellos. Y, como es natural, por la recientemente descubierta verdad matemática de la "cola larga" (todo sistema de popularidad tiene una distribución de probabilidades que tiende a 1/x), tendremos una bola gigantesca de candidatos impopulares, junto con dos o tres candidatos realmente opcionados.
La teoría de la cola larga lo explica
Sí. El título suena ridículo. Pero las matemáticas que lo fundamentan son realmente sólidas.
Sin embargo, no voy a explicar lo de la cola larga. Otros ya lo han hecho mucho mejor que yo. Suficiente basta con reconocer la distribución de votantes frente a candidatos, o reflexionar en la distribución de lectores frente a bloggers. Jakob Nielsen ha tratado el tema de forma exhaustiva, y hay un blog (en camino a convertirse a un libro) que está completamente dedicado al tema.
Regresemos al tema — si eres minoría, tu voto vale paloma
Suficiente con saber que tu voto valdrá tres atados de paloma si tú votas por uno de los candidatos poco opcionados. Aun cuando el candidato que pretendas elegir represente, genuinamente, el estilo de vida y política que quieras por los siguientes cuatro años.
O sea, si votas por un candidato "impopular" (lo cual ya se sabe más o menos a priori, previo al día de las elecciones), tiraste tu voto a la basura.
Escogiendo al "menos peor"
Con lo cual vamos al punto siguiente: te toca darle tu voto a uno de los candidatos más opcionados. Como de costumbre, los candidatos más opcionados (especialmente en un país lleno de bestias, como uno donde yo vivo pero no lo nombro) generalmente son los más lacra, acabados y los que menos representan tus valores morales y políticos.
Osea, te toca escoger al menos malo.
Estoy mintiendo. En realidad, el 90% de los votantes tendrá dos opciones:
- Escoger al "menos peor".
- Tirar su voto a la basura. Es decir, votar nulo, blanco, o por un candidato bueno pero impopular. Da lo mismo: el efecto neto de las tres alternativas es exactamente igual.
¡Oh, no! Y ahora, ¿quién podrá ayudarnos?
¿Se imaginan? ¿Doce millones de ecuatorianos (o doscientos setenta millones de estadunidenses, es la misma huevada) tratando de maquinar a cuál de los "menos peores" candidatos apoyar?
Esto de escoger nuestros propios destinos con mentalidad pesimista realmente está resultando mal. ¿Para qué chucha queremos elecciones si vamos a escoger al "menos peor"? Yo pensaba que el piquete de la democracia era escoger al "más mejor".
Tranquilos, hay esperanza
No os desesperéis, mis fieles lectores. En el próximo artículo discutiré la solución superior a este mediocre problema. Y, créanlo o no, la solución involucra democracia a la enésima potencia.