¿Mi clave? ¿A una novia? ¡Jamás!

publicado 29/08/2006, Última modificación 08/12/2021

El otro día oí en una conversación (con salvedades de exactitud, disculparanme) que el enamorado de una chica le había revisado el correo a la chica en cuestión (llamémosla señor y señora Y-griega).

Inmediatamente, Rudd-O el paladín de la justicia saltó a la conversación como que fuera conmigo, pues sentí que me habían jalado varios púbicos simultáneamente (la verdad, tal vez fue porque me levanté de un salto, y se troncharon):

— un segundo, ¿cómo revisaste el mail de ella?

— ¿cómo que cómo revisé? Entré a hotmail.com y loginié

— ¿y cómo logineaste?

Intervino la señora Y-griega:

— con mi clave

— ¿QUÉEEE?

— claro, él tiene mi clave y yo tengo la suya

Me viro y lo miro al pana:

— ¿por qué tiene tu clave?

— es que tenemos confianza, entonces ...

(interviene ella) — sí porque ...

El resto de la conversación se perdió en mi cerebro, rodeada en un marasmo de incredulidad.

A ver, repitan conmigo: las contraseñas son un asunto estrictamente personal, porque:

  • al compartir contraseñas, disminuye drásticamente la seguridad (pregúntenle a Bruce Schneier)
  • uno tiene derecho a la privacidad y a un espacio propio, más allá de cuánto se amen una pareja (o grupo) X de tórtolos

Y, tal vez más importante, lo que uno tenga protegido tras contraseña puede ser malinterpretado, puesto que el contexto difiere de persona a persona, y los seres humanos vivimos en un mundo de contexto. Tal vez, si acaso, esta regla pueda levantarse en el caso de gemelos dicéfalos:

Date la vuelta que voy a poner la clave
Mi amor, date la vuelta que voy a poner la clave

En todo caso, desapruebo rotundamente la noción de que porque nos amamos, compartimos hasta las claves. Cada vez que oigo esta estupidez, me acuerdo de Marge Simpson y su hasta el ADN, porque cuando nos casamos hicimos un pacto de compartir todo. Sin mencionar que, como están las cosas hoy en el mundo moderno, que una relación dure más de 10 años es un milagro fantástico.